Solo, emancipado en la inmensidad del bosque, con la hermosa sinfonía de la madre tierra. El suspiro del viento, el crujir de las ramas, el movimiento de las piedras al caer ladera abajo. Todo en una armonía absoluta para dar paso a un objetivo: El sentir. El estar vivo, el permanecer en ese estado. La concentración absoluta, la simbiosis entre el cuerpo y la mente agudiza los sentidos y relaja el alma para avanzar paso a paso. Cada sentir de la roca es un fugaz refugio donde te sientes en paz, sin estrés. La meditación en movimiento, el apego a la vida y poder vivirla de forma consciente, es lo que nos mueve a llevar a cabo estas acciones.
Por la mente miles de neuronas se comunican sinápticamente para que los neurotransmisores actúen y liberen al torrente sanguíneo esas hormonas tan hermosas que nos hacen sentir, sentirnos vivos. Sentimientos de tristeza, alegría, felicidad, ansiedad y preocupación por las personas que no están, que podrías llegar a dejar atrás por el simple hecho de errar. En el aquí y ahora no hay posibilidad de error, no se concibe como una opción, en la mas profunda concentración el cuerpo y la mente se mueve en una sinfonía casi artística para llegar a su fin.
Exponer tu cuerpo, tu mente y tu esencia al limite es una de las experiencias mas místicas jamás vividas. Es algo tan sumamente adictivo, que necesitas altas dosis de cordura para frenar ese anhelo y esas ansias de querer cada vez mas.
El solo integral no es un deporte, no es un reto a mi forma de pensar. Es una filosofía, y a diferencia de lo que la mayoría piensa no creo que no valores tu vida, simplemente amas la vida y te aferras a ella, la exprimes hasta los limites existentes para encontrar tu razón de ser, tu esencia.